Hablan de José Tomé como un asqueroso que va a por todas las mujeres que se precie con «tocamientos» y comentarios «fuera de lugar»
Esto parece una gran broma, una coña escrita por un guionista con resaca de mítines, de mítines socialistas. El PSOE suma un capítulo más a su interminable telenovela de abusos y silencios cómplices. Esta vez, el protagonista es José Tomé, el todopoderoso presidente de la Diputación de Lugo. Es ese feudo socialista donde las subvenciones fluyen como el Miño en crecida.
El tipo socialista, colega de un socialista expresidiario, un tal Cerdán, acaba de ser denunciado por al menos seis mujeres del PSOE por presunto acoso sexual. Y no, no es una broma de mal gusto para la campaña navideña: se trata de tocamientos no consentidos, comentarios «totalmente fuera de lugar» y una insistencia depredadora que, según las víctimas, no respeta ni a militantes, ni a concejalas, ni a periodistas. «Le da igual que seas alcaldesa o diputada. No se salva ninguna«, resume una de las denunciantes con la resignación de quien ya ha visto demasiado.
Socialistas de Lugo ocultaron las denuncias
El escándalo, adelantado por ABC y que estalla como un petardo en la sede de Ferraz, llega en el peor momento para los socialistas gallegos. Mientras en el PSOE se siguen lamiendo las heridas del ‘caso Salazar’, las ahora afectadas, que son trabajadoras, asesoras y concejalas del PSOE en Lugo no se anduvieron con chiquitas. Primero elevaron sus quejas a tres dirigentes autonómicos del partido, que las archivaron con la diligencia de un funcionario en viernes por la tarde.
Ahora, hartas de promesas vacías, han activado el canal interno de denuncias del PSOE, ese mecanismo tan efectivo como un paraguas de papel en un diluvio.
José Tomé, el hombre que dirige la Diputación con mano de hierro y, al parecer, con manos un poco demasiado curiosas, no ha emitido comentario alguno hasta el momento.
El asqueroso diputado socialista de Lugo
Sus víctimas, en cambio, pintan un retrato escalofriante: «Lleva tiempo acosando sexualmente a muchas de las mujeres del partido en toda la provincia», denuncia una de ellas. «No le vale que le digas que no, o que te intentes apartar. Seguirá insistiendo hasta que caigas«. Y además, lo califican de asqueroso que va a por todas. Como buen Sanchista Socialista…
Esta ‘insistencia’ suena a eufemismo para lo que, en cualquier otro contexto, llamamos «falta de respeto básico». Pero se trata del PSOE, donde el feminismo se predica en eslóganes y se practica…, selectivamente.
Y aquí viene la sorna irónica que tanto nos divierte (o entristece, según el día). Los ciudadanos sensatos se preguntan, nos preguntamos, cuántos casos más hacen falta para que la izquierda se mire al espejo y reconozca que su paraíso igualitario tiene grietas del tamaño de un tractor.
Contemos: el exministro Ábalos y su Koldo-gate con toques de fiesta privada… El ínclito exdiputado Odón Elorza, que confundía el Congreso con un after-hours. También el histórico de Cerdán, ese exsecretario de Organización que ahora parece el padrino de todos los silencios… Y no olvidemos los ecos de Torremolinos o el PSOE andaluz, donde las denuncias se acumulan como facturas impagadas.
Máster PSOE en acoso
Es como si en el PSOE tuvieran un máster en «Acoso 101: Cómo arruinar tu credencial feminista en diez lecciones». Antisocialista, dirán algunos; realista, replicamos en LA BANDERA.
Pero lo cierto es que la izquierda prefiere el arte del malabarismo: «Es un caso aislado», «Estamos investigando» y, el clásico, «Pero el PP hizo cosas peores». De hecho, si el feminismo fuera un deporte olímpico, el PSOE ya tendría medalla de oro en hipocresía.
Y mientras Tomé se atrinchera en su palacio ‘diputarivo’ y Ferraz afila los cuchillos internos, las víctimas esperan justicia de un partido que prometió ser «el escudo de las mujeres» pero que, hasta ahora, parece más un colador.
Estaremos a la espera de la consiguiente dimisión. O quizás seguiremos reproduciendo en el ala roja del PSOE eso de: «soy feminista porque soy socialista«, como gustaba repetir el mismísimo Ábalos en sus mejores tiempos de ministro.








