Durante décadas nos lo vendieron como un sueño de hermandad entre continentes, pero el túnel bajo el Estrecho de Gibraltar empieza a mostrar su verdadera cara: una pesadilla para la economía del sur de España. Los últimos informes técnicos confirman que la infraestructura amenaza con convertir a Andalucía en un mero «pasillo logístico» para las mercancías de Marruecos, vaciando de contenido y negocio a puertos estratégicos como el de Algeciras.
El plan es perfecto para Rabat y nefasto para nosotros. Un tren directo desde Tánger permitiría a las empresas instaladas en Marruecos —muchas de ellas con capital europeo deslocalizado— inundar el mercado comunitario sin detenerse ni dejar un euro en suelo español. El Puerto de Algeciras, motor económico de la región gracias a la ruptura de carga y la logística, vería cómo los trenes pasan de largo llevando tomates, piezas de coche y textiles fabricados con costes laborales de miseria.
Sánchez, el mejor ministro de Mohamed VI
La sumisión del Gobierno de Sánchez ante Marruecos es total. No solo les regalamos el Sáhara, sino que ahora impulsamos con dinero europeo una infraestructura que servirá para destruir nuestro propio tejido productivo. El campo andaluz, que ya sufre la competencia desleal de los productos marroquíes regados con pesticidas prohibidos en la UE, recibirá el golpe de gracia con una autopista ferroviaria que ponga esos productos en Berlín en tiempo récord.
Es la traición definitiva al sur. Andalucía pondrá el suelo y las vías; Marruecos pondrá el negocio.
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Mientras Madrid aplaude la «integración», Algeciras y Almería tiemblan. El túnel no une dos orillas; hunde a la del norte para enriquecer a la del sur.
Lo que durante años se presentó como un gran proyecto de cooperación euromediterránea empieza a revelar su reverso más incómodo. El túnel ferroviario bajo el Estrecho de Gibraltar, lejos de reforzar la economía española, amenaza con desmantelar uno de los pilares logísticos del sur de Europa: el Puerto de Algeciras. Los informes técnicos y las proyecciones de tráfico dibujan un escenario claro: Andalucía pasaría de ser nodo estratégico a simple territorio de paso.
La infraestructura permitiría que mercancías producidas en Marruecos entren en la UE sin generar valor añadido en España, eliminando escalas portuarias, servicios logísticos y empleo asociado. Y el impacto no sería marginal: afectaría al comercio, a la industria auxiliar y, de forma especialmente grave, al campo andaluz.
El túnel del Estrecho y el golpe directo al Puerto de Algeciras
El Puerto de Algeciras es hoy uno de los grandes motores económicos del sur peninsular gracias a la ruptura de carga, el transbordo y los servicios logísticos. El paso ferroviario directo desde Tánger convertiría ese modelo en prescindible.
Los trenes cruzarían España sin detenerse, transportando contenedores de productos agrícolas, textiles o componentes industriales fabricados en Marruecos, muchos de ellos por empresas europeas deslocalizadas. El resultado sería devastador: menos actividad portuaria, menos empleo y una pérdida de peso estratégico frente a nuevos hubs al sur del Estrecho.
Marruecos gana, Andalucía pierde
El gran beneficiado del proyecto es evidente. El Puerto Tanger Med se consolidaría como plataforma de exportación hacia Europa, aprovechando costes laborales muy inferiores y una regulación medioambiental mucho más laxa.
Para Andalucía, el papel quedaría reducido a aportar suelo, infraestructuras y asumir impactos ambientales, sin retorno económico real. Un “pasillo logístico” por el que circula la riqueza… hacia otro lado.
Competencia desleal: el golpe definitivo al campo andaluz
El sector agrícola sería uno de los grandes damnificados. El campo español ya compite en condiciones desiguales con productos marroquíes cultivados con pesticidas prohibidos en la UE y con estándares laborales inexistentes. El túnel ferroviario supondría una autopista directa para esa competencia desleal.
Tomates, cítricos y hortalizas producidos en Marruecos podrían llegar al corazón de Europa en tiempo récord, presionando aún más los precios y arrinconando al productor andaluz. El impacto en provincias como Almería o Cádiz sería inmediato.
Sánchez y la política de concesiones a Rabat
La sombra política planea sobre todo el proyecto. El giro diplomático del Gobierno de Pedro Sánchez hacia Marruecos, incluido el respaldo a la posición de Mohamed VI sobre el Sáhara, ha sentado las bases de una relación claramente asimétrica.
Ahora, con fondos europeos, se impulsa una infraestructura que refuerza la posición económica de Marruecos a costa del tejido productivo español. Para muchos sectores del sur, es la confirmación de una política que sacrifica intereses nacionales en nombre de una supuesta “integración”.
Un proyecto estratégico sin debate real
Lo más alarmante es la ausencia de un debate profundo sobre las consecuencias reales del túnel. Se habla de cooperación, de conexión entre continentes y de modernidad, pero no se cuantifican las pérdidas ni se plantean salvaguardas para puertos, agricultores e industrias españolas.
Cuando la infraestructura esté operativa, el daño será irreversible. Y entonces ya no habrá informes que valgan.
Andalucía como moneda de cambio
El túnel no une dos orillas en igualdad de condiciones. Traslada el centro de gravedad económico al sur, dejando al norte con los costes y sin los beneficios. Andalucía pone el territorio, la infraestructura y el riesgo; Marruecos pone la producción y recoge el negocio.
Mientras Madrid aplaude el proyecto, Algeciras, Almería y el campo andaluz miran al futuro con inquietud. No es un sueño de integración. Es una amenaza estructural.












