Yolanda Díaz ha decidido romper la baraja. La vicepresidenta segunda y líder de Sumar ha pedido públicamente «un cambio profundo» en el Gobierno, asegurando que «lo que está pasando es muy grave» y que «basta ya». Sus palabras, pronunciadas en plena oleada de escándalos de corrupción y acoso sexual que sacuden al PSOE, suponen un torpedo en la línea de flotación del Gobierno de coalición. Pero Sánchez, fiel a su estilo, ha decidido ignorarla por completo.
La líder de Sumar ha sido especialmente dura al referirse a los casos de acoso sexual que salpican al PSOE: «Hay desolación entre las mujeres. Es intolerable. Las mujeres estamos muy hartas de lo que está pasando. Este delirio tiene que parar ya. No se puede consentir. Hay que hacer una limpieza de arriba a abajo». Díaz ha llegado incluso a afirmar que si ella fuera presidenta, estaría «compareciendo en estos momentos» para dar explicaciones, en un dardo directo contra el silencio de Sánchez.
Moncloa descarta cualquier remodelación
La respuesta de La Moncloa ha sido clara: silencio oficial y, extraoficialmente, recordar que la potestad para remodelar el Ejecutivo es exclusiva del presidente. Fuentes del PSOE han trasladado que Sánchez está «contento con el Consejo de Ministros» y que solo hará cambios cuando le obligue el calendario electoral autonómico por los ministros que sean candidatos. Vamos, que de purga nada de nada.
La tensión entre Sumar y el PSOE no es nueva, pero esta vez Díaz ha cruzado una línea roja al exigir públicamente una remodelación del Gobierno. Es un desafío directo a Sánchez, que no está acostumbrado a que nadie le tosa dentro de su propio Ejecutivo. La pregunta es: ¿aguantará Díaz en el Gobierno después de este órdago o acabará saliendo por la puerta de atrás como tantos otros que se atrevieron a desafiar al presidente?
La hipocresía feminista de Sumar
Lo más llamativo de la intervención de Díaz es la hipocresía que destila. Durante años, Sumar y sus predecesores (Podemos, Unidas Podemos) han sido los grandes defensores del feminismo institucional, de las leyes del «solo sí es sí», de los protocolos contra el acoso y de la tolerancia cero con los machistas. Pero cuando los acosadores son del PSOE, cuando los implicados son sus socios de Gobierno, el discurso cambia.
¿Dónde estaba Díaz cuando se conocieron los primeros indicios de los casos de acoso en el PSOE? ¿Por qué ha tardado tanto en pronunciarse? ¿Por qué no exigió dimisiones inmediatas en lugar de esperar a que la presión mediática fuera insoportable? La respuesta es sencilla: porque el feminismo de Sumar es selectivo, se aplica solo cuando conviene políticamente.
Como ya informamos sobre la denuncia contra el líder del PSOE en Torremolinos, los casos de acoso sexual en el partido socialista no son hechos aislados, sino un patrón sistemático que ha sido silenciado durante años. Y Sumar, que se llena la boca hablando de sororidad y protección a las víctimas, ha sido cómplice de ese silencio hasta que ya no ha tenido más remedio que pronunciarse.
El Gobierno de coalición, al borde del abismo
La relación entre PSOE y Sumar nunca ha sido fácil, pero ahora está al borde de la ruptura. Díaz sabe que su espacio político se está desangrando, que los votantes de izquierdas están hartos de la corrupción y el acoso, y que si no marca distancias con el PSOE acabará arrastrada por el mismo lodazal. De ahí su giro de guion y sus exigencias de «cambio profundo».
Pero Sánchez no va a mover ficha. No va a dimitir, no va a convocar elecciones, no va a remodelar el Gobierno. Va a aferrarse al poder hasta el último momento, aunque eso suponga arrastrar a Sumar y a todos sus socios por el barro. Porque para Sánchez, el poder no es un medio, es un fin en sí mismo. Y está dispuesto a cualquier cosa con tal de no soltarlo.
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Yolanda Díaz ha lanzado un órdago a Sánchez que puede costarle muy caro. O consigue forzar cambios reales en el Gobierno, o acabará siendo una víctima más del rodillo sanchista. Mientras tanto, los españoles asisten atónitos a un espectáculo bochornoso: un Gobierno descompuesto, un PSOE podrido hasta los cimientos y una izquierda que solo se acuerda del feminismo cuando le conviene políticamente. Bienvenidos a la España de Sánchez.












