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La bandera que desmonta las mentiras de la izquierda sobre el origen de nuestra enseña nacional

Nuestra bandera tiene 240 años de historia les guste o no

La izquierda antiespañola y los separatistas llevan décadas intentando manchar nuestra bandera, asociándola falsamente y de forma malintencionada con el franquismo para desacreditarla. Pero la historia, tozuda ella, les da una bofetada de realidad: la bandera rojigualda tiene 240 años, fue adoptada por Carlos III en 1785 como pabellón naval y se consolidó como enseña nacional mucho antes de que Franco naciera.

La rojigualda más antigua se exhibe en Madrid

El Museo Naval de Madrid exhibe con orgullo la que se considera la bandera nacional más antigua que se conserva, un testimonio palpable de nuestra historia. Esta bandera no es un invento de una dictadura, es el símbolo que ha unido a los españoles de diferentes épocas bajo unos mismos colores que representan a la Nación, no a un régimen concreto.

Símbolo de unidad frente al odio

Quienes queman, ultrajan o reniegan de la bandera española no atacan a Franco, atacan a España y a la unidad de todos los españoles. Lo hacen por ignorancia o por pura maldad, movidos por un odio visceral a todo lo que signifique la grandeza histórica y la soberanía de nuestra Patria. La rojigualda ondeó en barcos que surcaron todos los mares, fue defendida por héroes que dieron su vida por ella y representa la continuidad de una Nación con siglos de historia.

Frente a los que quieren romper España y borrar nuestra memoria, es más necesario que nunca lucir con orgullo nuestros colores, conocer nuestra historia y no dejarnos amedrentar por los manipuladores que intentan reescribirla a su antojo. La bandera de España es de todos los españoles, no de una ideología, y tiene 240 años de historia que merecen respeto.

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La guerra cultural contra los símbolos nacionales

La ofensiva contra la bandera no es casual ni espontánea. Forma parte de una estrategia calculada para deslegitimar la identidad nacional y sustituirla por relatos posmodernos, fragmentados y alimentados por el resentimiento.

Los mismos que señalan a la rojigualda como “facha” no tienen reparos en defender esteladas, ikurriñas radicalizadas o banderas de partidos que sí nacieron ligados a movimientos violentos. La doble vara de medir es tan evidente que ya ni la disimulan.

Una manipulación diseñada para dividir

Atacar la bandera no es un gesto inocente: es un intento de romper la cohesión nacional, de enfrentar a generaciones y de despojar a España de símbolos que nos han acompañado durante más de dos siglos.
La izquierda sabe que sin identidad común no hay resistencia a sus proyectos de ingeniería social. Por eso buscan ridiculizar, minimizar o demonizar cualquier símbolo que recuerde la existencia de una Nación fuerte.

La bandera como patrimonio histórico, no partidista

Las grandes naciones protegen sus símbolos porque en ellos reside parte de su memoria colectiva. En España ocurre lo contrario: una parte de la clase política dedica más energía a destruir símbolos que a construir futuro.

Pero la bandera no pertenece a ningún partido ni a ningún líder. Pertenece a todos los españoles que han vivido —y muerto— bajo sus colores. Por eso cala cada vez más el mensaje real: la rojigualda no es un arma política, es patrimonio cultural e histórico.

Una identidad que resiste siglos de ataques

Invasiones, guerras civiles, crisis políticas, dictaduras, democracias, transformaciones sociales… y la bandera ha seguido ahí, como referencia y como ancla. Por mucho que intenten manipular, España no se construyó en 40 años de dictadura, sino a lo largo de más de mil. La rojigualda es solo uno de los muchos recordatorios de esa continuidad histórica.

Recuperar el orgullo sin complejos

Le guste o no a la izquierda, la bandera de España representa libertad, historia, sacrificio y unidad. Por eso molesta. Por eso la atacan. Y por eso debemos defenderla más que nunca.
Enseñar sin miedo nuestros colores, reivindicar nuestra historia y desmontar las falsedades propagadas durante décadas es la única forma de impedir que sigan reescribiendo lo que España es y ha sido.

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