Políticos y medios que bendicen las apologías violentas de la izquierda y el separatismo, claman contra quienes se atrevieron a colgar una piñata de Sánchez
El apaleamiento de una piñata de Sánchez tras la celebración de las «Uvas en Ferraz» ha generado indignación en la progresía política y mediática. La prensa concertada, escandalizada por el apaleamiento de un muñeco de papel maché relleno de confeti y golosinas, no ha escatimado críticas porque los participantes insultaban al representado.
Uno de los primeros ofendidos del año fue el izquierdista valenciano, Joan Baldoví, cuya coacción, hinchando pecho, contra una diputada de Vox, Ana Vega Campos, en el Parlamento valenciano no generó la misma polémica que un muñeco apaleado.
La eterna doble vara de medir
En un entorno mediático y político de autodesignado progresismo, donde se considera libertad de expresión de exhibiciones violentas normalizadas contra quien no comparte su ideología, colgar un muñeco de papel maché relleno de golosinas que caricaturiza a un sujeto inmerso en la destrucción del régimen constitucional genera más controversia que los pactos con proetarras y separatistas del representado.
En consecuencia, la piñata de Ferraz no ha encajado dentro de la libertad de expresión, al contrario que eventos bendecidos por la progresía donde se escenifica el guillotinamiento de Rajoy y del Rey, el ahorcamiento de políticos de Vox, o la quema de imágenes de enemigos (reales o ficticio) de la izquierda y el separatismo, y las llamadas al asesinato de los mismos.
Cabe destacar la sobrerreacción ante un evento que, según cifras oficiales, reunió a un reducido grupo de 300 personas, tachadas de pertenecer a una grupúsculo extremista, sin embargo, como puede comprobarse en la retransmisión de las uvas de Ferraz, la asistencia de una variada representación ciudadana fue considerablemente mayor.
Otra circunstancia que no detallan los medios que escriben al dictado fue que las Uvas en Ferraz tuvo lugar, pues existieron impedimentos desde Interior y el Ayuntamiento para celebrar un acto que contaba con todos los permisos, obstáculos planteados a última hora con el fin de que no pudiera remediarse la cacicada por falta de tiempo.








